Seúl, ciudad de hanoks y rascacielos

Siendo sede de algunas de las principales empresas del mundo como Samsung, LG, Hyundai, Kia y  Ssangyong, contando con rascacielos de hasta 123 pisos, una ciudad en la que al ritmo del K-pop se transforma y evoluciona, con un poco más de 9,8 millones de habitantes, Seúl es sin duda una ciudad de contrastes en perfecto equilibrio.

Si bien en el inconsciente colectivo la capital de Corea del Sur es sinónimo de futuro, cada rincón esconde la esencia más profunda de sus tradiciones y creencias, demostrando el respeto por la historia y sus antepasados. El ejemplo más claro de esto se puede observar en el cómo conviven en armonía con la ciudad.

Rascacielos con los palacios, templos y villas residenciales tradicionales

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Palacio Deoksugung construido con madera en el siglo XVII. En la actualidad contrasta con los edificios modernos de Seúl.

En esta ciudad llena de contrastes, existe un barrio llamado Bukchon, en donde no existen los edificios altos ni el ruido de una metrópolis que no duerme nunca, solo se encuentran casas tradicionales de la cultura coreana, conocidas como hanok. Estas se caracterizan por ser un tipo de construcción amigable con la naturaleza, pues los materiales empleados en el proceso constructivo como madera, piedras y arcilla son extraídos de su entorno inmediato, y por sus procesos constructivos, logran un tipo de vivienda ecológica.

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Villa Bukchon Hanok de Seúl, viviendas de madera con más de 600 años de antiguedad.

Este tipo de construcción eco-amigable tiene características muy puntuales y que se pueden observar a simple vista: estructuración completamente en madera sin uniones metálicas, ausencia de muros sólidos y tejados pesados con aleros muy grandes. La pregunta inmediata es: ¿De qué buscaban defenderse? ¡Obvio que de la naturaleza! Corea y Japón son frecuentemente azotados por tifones y terremotos, por lo que los hanoks se deben analizar desde esa perspectiva.

Los aleros muy sobresalientes responden a la necesidad de proteger los muros de la casas frente a lluvias, ya que están materializados de arcilla y papel de morera, mientras que el tejado pesado va en respuesta de los vientos huracanados que se presentan ante un tifón, evitando que estos salgan volando.

La ausencia de muros sólidos tampoco es al azar. Dado el gran peso que se adiciona en el tejado, se busca no contribuir con más carga a la estructura, por lo que se utilizan muros aligerados. Esto responde a los sismos que se desarrollan en la zona. Como es conocido, el impacto del sismo en la estructura será proporcional al peso de la misma, por lo tanto, si se puede lograr una estructura más liviana, menor será su impacto frente a un terremoto.

Finalmente, que el esqueleto sea madera y no tenga ningún tipo de conexión metálica, solo uniones tipo ensamble, no solo responde a la filosofía que se esconde tras los hanoks, sino también hace que cada uno de los elementos se beneficie, ya que dichas uniones permiten que la madera de ambas partes se contraigan y expandan juntas, previniendo agrietamientos y/o deformaciones en el esqueleto terminado; algo que no sucede al unir dos materiales distintos, ya que los coeficiente de dilatación térmica son diferentes.

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Estructura de techumbre de un hanok tradicional

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